sábado, 31 de agosto de 2013

¿Que harías si no tuvieras tu celular por 6 horas diarias?

La necesidad que el ser humano tiene de comunicarse de forma escrita es básica para casi todas nuestras relaciones. Sin duda alguna, la comunicación escrita se ha vuelto mas que indispensable en estos días. 
Me refiero en particular a la comunicación electrónica (correos electrónicos, redes sociales, WhatsApp y en mucho menor cantidad mensajes SMS). 

En la gran mayoría de nuestros trabajos  nos comunicamos  única y exclusivamente por correo electrónico con nuestros clientes, proveedores, jefes, etc.
En nuestra vida diaria es casi indispensable el WhatsApp o cualquiera otra aplicación que nos permita mantenernos comunicados en casi cualquier circunstancia y no se diga el uso de redes sociales (Twitter, Facebook, etc.).

Sin embargo aún a pesar de lo emocionante que es, hemos perdido la comunicación escrita de puño y letra.
Ya no escribimos cartas (las cifras del servicio postal mexicano hablan de esa decadencia).
Es mas ya ni recaditos dejamos...
Yo por ejemplo, solía dejar recados a mi madre o a mis hijas en casa, pero con esto de la modernidad, ahora les mando un WhatsApp al móvil o  ya de perdida un sms.

Reflexiono un poco esta parte porque me ha parecido interesante un ejercicio que he visto en mi trabajo y cómo es que aun podemos rescatar ese valor de la comunicación escrita, esa de las cartitas, de los recaditos...

Donde actualmente laboro, por motivos de seguridad se impide la entrada de dispositivos móviles de todo tipo (Celulares, I-Pads, I-Pod, etc) con la finalidad de mantener protegida la información que se resguarda.
Dado lo cual los chicos ha retornado al uso de "recaditos" para solicitarse un favor, una llamada telefónica o incluso ligar.


Debo decir que soy un jefe solapador en este aspecto, pero créanme que me encanta que ellos se comuniquen de esta forma. Lo digo porque en esta semana me convertí en una especie de mensajero entre ellos, llevando y trayendo papelitos con los cuales ellos se piden apoyo, se piden teléfonos, se hacen invitaciones a salir o se hacen declaraciones del tipo: "Me gustas, tienes novi@?"

Es decir, si no tuviéramos oportunidad de tener un dispositivo móvil a nuestro alcance, volveremos a las raíces. Pues en escencia, no podemos estar sin comunicarnos.

Por lo que a mi respecta, me ha dado  a la tarea de comprar post its para mis recaditos y olvidarme del móvil a la hora de comer y los fines de semana.

Y ustedes, que harían si no tuvieran un celular al alcance 6 días a la semana durante 6 horas? ¡Te reto a que hagas este ejercicio y comentes que te sucede¡


viernes, 26 de octubre de 2012

Del Halloween y sus curiosidades

Es curioso ver, sentir tristeza ante la cada vez mas penetrante cultura de lo que se denomina Halloween, que sin lugar a dudas ha venido desplazando poco a poco (y  con mas fuerza en los últimos años) a nuestras hermosas tradiciones del "Día de muertos". 
Aún recuerdo que cuando era niño, mi madre ponía un pequeño altar en la casa, donde ponía la foto de mis abuelos, el recuerdo de mi hermanito y demás. Acompañado claro, de la comida que mas le gustaba a cada uno de los seres que ya habían partido de este mundo.
Recuerdo y se me hace agua la boca con los panes de muerto que tenían azúcar de color rojo encima, el chocolate, las calaveritas de azúcar. Eran días que se me hacían muy largos, pues era difícil tener tanta variedad de comidas ricas en la mesa un mismo día, y yo, como niño bueno, tenía que esperar a que pasara el día de muertos para poder probar aunque fuera poquito de esos manjares que se ponían en la mesa del altar en esa fecha.

Sin embargo debido a la dichosa globalización, la mercadotecnia e incluso me atrevo a decir la proliferación de sectas es que el dichoso Halloween ha venido ganando terreno a nuestro Día de Muertos.
Por cierto, hablando de Halloween, que les parece si les hablo un poco de lo que encierra esa "tradición" que no es nuestra y que nos ha invadido:


El Halloween, era un festival en el que se dicen que ocurrían las siguientes actividades: se practicaba la adivinación y hechicería; Hadas, brujas y duendes atormentaban a las personas en el campo y los Druidas demandaban contribuciones y comidas.
En la celebración de Samhain se invocaba a los malos espíritus o demonios y fue un movimiento pagano que dominó toda Europa.

Influencia en los niños

La noche de Halloween presenta a los niños la oportunidad de asumir varias actitudes descritas en el estudio de marcadotecnia de Walter Thompson, disfrazarse, llevar a cabo fantasías, imitar a los adultos. Los disfraces tienen un significado segun el Samhain de los celtas..

Pedir Golosinas:
Era algo que hacían los celtas en la noche se Samhain, ya que ellos intercambiaban comida a cambio de protección de los espíritus ya que de no hacerlo resultaba una maldición de los demonios ( de ahí el famoso, "trato o truco")

Las Calabazas decoradas:
También de costumbre celta, ellos esculpían caras de espíritus demoniacos, eran calabazas con cráneos que colocaban en la entrada de sus casas, como signo de que sus moradores eran adoradores de los demonios y por lo tanto recibían recompensas de los espíritus y demás visitantes presentes en el día del Samhain.


En resumidas cuentas estas tradiciones tiene un origen distinto incluso al que  actualmente le ha dado la mercadotecnia.
De cualquier forma, yo sigo añorando esos días de muertos en casa cuando mi madre ponía su altar...

Y ustedes, qué recuerdan del día de muertos y del Halloween?

Se agradecen comentarios...




sábado, 21 de julio de 2012

Sal con una chica que no lee

Esta vez, les comparto un texto robado de no se donde, pero si se el autor. 
Sería de gran aporte conocer qué piensan de este texto, a mi me dejó fascinado¡¡¡
Espero comentarios


Sal con una chica que no lee
(Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.


jueves, 5 de enero de 2012

6 de enero y la Rosca de Reyes (Historia)


La tradición mexicana nos invita a compartir la "Rosca de Reyes", costumbre también llena de significados importantes: el pan en forma de rosca evoca a Dios Eterno, que no tiene principio ni fin; las frutas dulces con que se decora nos recuerdan la gracia que Jesús nos trae; el muñequito escondido entre la masa representa al Niño Jesús que todos debemos buscar, quien lo encuentra se llena de tanto gozo que desea compartirlo con todos, por lo que promete una fiesta el próximo día dos de febrero, día de la "Candelaria" (luz) o Presentación del Señor. Jesús es la "Luz para iluminar a todos los pueblos" (Lc 2, 32). Y los bautizados hemos sido iluminados con esa Luz de Cristo.
Los cristianos siempre tenemos el compromiso de buscar, encontrar y compartir a Jesús con los demás.

Historia.
La fiesta de la Epifanía es de origen Oriental y surgió en forma similar a la Navidad de Occidente.
Los paganos celebraban en Oriente, sobre todo en Egipto, la fiesta del solsticio invernal el 25 de diciembre y el 6 de enero el aumento de la luz. En este aumento de la luz los cristianos vieron un símbolo evangélico. Después de 13 días del 25 de diciembre, cuando el aumento de la luz era evidente, celebraban el nacimiento de Jesús, para presentarlo con mayor luz que el dios Sol. La palabra epifanía es de origen griego y quiere decir manifestación, revelación o aparición. Cuando la fiesta oriental llegó a Occidente, por celebrarse ya la fiesta de Navidad, se le dio un significado diferente del original: se solemnizó la revelación de Jesús al mundo pagano, significada en la adoración de los "magos de oriente" que menciona el Evangelio.

Significado.
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía para recordar la Manifestación del Señor a todos los hombres con el relato de los Magos de Oriente que nos narra el Evangelio (Mt 2, 1-12). Aquellos hombres que buscaban ansiosamente simbolizan la sed que tienen los pueblos que todavía no conocen a Jesús.
La Epifanía, en este sentido, además de ser un recuerdo, es sobre todo un misterio actual, que viene a sacudir la conciencia de los cristianos dormidos.
Para la Iglesia la Epifanía constituye un reto misional: o trabaja generosa e inteligentemente para manifestar a Cristo al mundo, o traiciona su misión. La tarea esencial e ineludible de la Iglesia es trabajar para llevar a Cristo a todos aquellos que no lo conocen.
La llegada de los magos, que no pertenecen al pueblo elegido, nos revela la vocación universal de la fe. Todos los pueblos son llamados a reconocer al Señor para vivir conforme a su mensaje y alcanzar la salvación.
La descripción que hace el Evangelio de la llegada de los magos a Jerusalén y luego a Belén, la reacción de Herodes y la actuación de los doctores de la ley, encierra una carga impresionante de enseñanza.

  • Unos hombres extranjeros que siguen el camino indicado por la estrella, para adorar al recién nacido Rey de los judíos.

  • Los conocedores de las Escrituras en Jerusalén que quedan indiferentes ante aquella luz del cielo, que anuncia el acontecimiento esperado por siglos.

  • La envidia del rey Herodes ante el temor de que surja un rey "mayor" que él.

Ante este relato tan cargado de significado, nos queda reflexionar seriamente:

  • ¿Somos como aquella Jerusalén, "conocedora de las Escrituras", pero incapaz de reconocer y menos de seguir el camino de la Luz de Cristo?

  • O ¿somos como los magos de oriente, en búsqueda siempre de la verdad y dispuestos a ponerse en camino hacia Jesús, Rey y Señor de la historia?

viernes, 15 de julio de 2011

El poeta de los sueños




Nunca dejes de soñar...
No tengas miedo de que tus sueños se vuelvan realidad


Había una vez un señor que soñaba poesías...
Despierto no destacaba en nada; pero dormido se le aparecían poemas. Hablaba y su mujer copiaba; por la mañana ni él mismo podía creer que eso había sido creación suya (esto les sucede a muchos creadores, casi nadie puede explicar de dónde nacen las ideas; pero en este caso la sensación era más fuerte ya que dictaba dormido).
Todo terminaría aquí, si no fuera porque no estaba conforme con eso, pues se hizo famoso en todo el mundo, no tanto por los poemas sino por cómo le nacían. Lo invitaban a programas de televisión, pero esos de concursos y fenómenos extraños. Lo entrevistaban de periodicos y revistas para preguntarle si, además, veía espíritus. Aparecía en libros, pero en aquellos de récords y hechos inexplicables. Él quería ser poeta, y no un fenómeno de circo...
Sufría tanto que, desesperado, le dio un martillo a su mujer para que le pegara cuando hablara dormido, lo que ocurrió esa misma noche. Fue una poesía sobre una tortuga. Él no despertó, pero la tortuga del poema apareció de verdad en la habitación.
De ahí en más no soló dictaba sus poemas, sino que algunos de ellos se convertían en realidad. Un baúl, una calle, un barco, humo.
Uno de sus poemas habló del mar, y comenzó a inundarse la ciudad. Lo echaron de ésa y de otras, porque no elegía lo que soñaba, y no siempre eran cosas buenas. Soño la guerra, pero no fue culpa suya, la guerra ya estaba en los hombres. Él sólo contaba de un soldado que llevaba días en una trinchera, bajo la lluvia, y escribía cartas a su novia, por amor, pero también para no enloquecer.
Soño que estaba solo, y una nave espacial los llevó a la Luna. Soño que era un náufrago, y pasó a rescatarlos un barco antiguo...

No quiso soñar nunca más. Le pidió a su mujer que preparara café bien cargado, como se toma en Cuba, en Colombia o en México, y que le diera conversación para no dormirse.
Todavía navegan por el cielo, con los ojos cansados de no dormir. Pero, cuando se distrae, la mujer le canta una canción de cuna y descansan. Así es su amor...

miércoles, 6 de julio de 2011

Historias de Pareja



Sin lugar a dudas la convivencia de pareja siempre pasará por situaciones siempre diferentes y siempre llenas de vivencias, raras, extrañas y otras tantas muy pero muuy necias.



Pongamos aqui algunos ejemplos lo que muchos en diversas ocasiones hemos vivido o escuchado...






—¿Por qué no me llamaste?
—Porque en casa no hay teléfono
—¿Ahora me vas a reclamar eso también?






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-¿A qué hora paso por ti?
-Dime a qué hora te conviene
-A la que tú quieras.
-A la cuatro entonces…
-No, a esa hora no puedo.
-¿A las doce?
-No, tampoco.
-¿En la mañana?
-Imposible
-Entonces dime cuándo puedes
-Ya te dije que no hay problema.






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-Eres un amargado.
-No, soy una persona normal.
-No es cierto, eres un amargado.
-Deja de decirme eso.
-Yo puedo decirte lo que se me antoja.
-No, porque me cansarí­as.
-Te cansas porque eres un amargado.
-¡Ya basta, por favor!
-¿Ves?






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Alguno de ustedes ha vivido esto?


Alguno de ustedes tiene una historia parecida que quiera compartirnos???




Todas sus colaboraciones son bienvenidas.






martes, 5 de julio de 2011

Pequeña guí­a de autocontrol en el amor 5



Excelencia en el autocontrol

Pero como de lo que se trata es que uno logre el autocontrol de uno mismo y no el autocontrol del otro, queremos comentar que en una prestigiosa revista internacional, cuyo nombre ignoro porque la encontré en el baño, en casa de un amigo y le faltaba la portada, hallamos un artí­culo que nos llamó la atención por su original tí­tulo: ¡TÚ PUEDES! El autor recomendaba leerlo al amanecer mientras se oí­a el Himno a la Alegrí­a de la Novena Sinfoní­a del genial hipoacúsico. Era un artí­culo muy breve, pues las fotos en maravillosos colores ocupaban casi toda la página, pero muy bien documentado y que iba directamente al grano. En este momento acuden a nuestra mente algunas de sus frases directas y especí­ficas:

•Encara tus dudas con contradicciones.
•Para vencer tu inseguridad debes ser más fuerte que ella.




Y aquella otra:

•Enfrenta tus problemas con una sonrisa y si son muy graves: con dos sonrisas.

Me encantarí­a reproducir el artí­culo en su totalidad (prácticamente asi lo hago) pero tomaremos solamente lo relacionado con nuestro tema. El autor, una eminencia cientí­fica, nos explica que si leemos algo repetidas veces, poco a poco va penetrando hasta llegar a las profundas capas de nuestro inconsciente y que, entonces, ya no necesitamos seguir repitiéndolo (y además me imagino que una sobredosis de repeticiones puede llegar a depositarnos el mensaje en las rodillas). La cosa es que cuando el mensaje se asimila en nuestro inconsciente se convierte en una parte nuestra. Tan así­ que serí­amos incapaces de diferenciarlo de otras partes nuestras e incluso de partes nuestras que no son nuestras, y entonces el mensaje empieza a trabajar solito, ya uno puede estar pensando en lo que quiera que el mensaje estará pensando en el mensaje, por decirlo así­, como cuando mantenemos el equilibrio al caminar o al beber.

Según el autor, debemos copiar estas reglas en un papel, que incluso podemos plastificar para que no se nos ponga pringoso, y cada mañana al levantarnos leerlo en voz alta una vez y en voz muy bajita otra vez más. Antes de pasar a las diez promesas del autocontrol, mi propia experiencia personal en el trabajo con este método, me permite hacerles una sugerencia: al copiar las promesas conviene hacerlo en un papel rayado porque sino uno escribe y se le tuerce la lí­nea.

Helas aquí­:

Las diez promesas del autocontrol

1.Cuando conozca a alguien primero le preguntaré el nombre y luego el teléfono, en ese orden.
2.Si la llamo y no la encuentro dejaré pasar quince minutos antes de volver a llamarla.
3.Si no la encuentro no seré agresivo con la persona que me atienda.
4.No bloquearé su lí­nea con mis llamadas.
5.Cuando la encuentre hablaré sin gritar.
6.Haré una cita para otro dí­a, nada de: ¿quéstáshaciendohí­voy!!!
7.No haré más de cuatro llamadas diarias para confirmar si irá a la cita.
8.El dí­a de la cita me acercaré caminando y no corriendo.
9.Le sonreiré sin hilitos de baba.
10.Tendré mis ojos con las dos pupilas dilatadas del mismo tamaño.

miércoles, 29 de junio de 2011

Pequeña guí­a de autocontrol en el amor 4



"Tu ya no me quieres como antes..."



Pero supongamos el caso de que no es que ustedes tengan que controlar sus ataques de ansiedad y abandono, mezclados con demandas de afecto de hace tres reencarnaciones a esta parte. Imaginemos que es a su amada a la que deben decirle: ¡Detente animal feroz!

Ante la afirmación:"Tu ya no me quieres como antes..."

Nunca respondan así: "Te quiero igual"

Porque lo que sigue es que el otro diga que no es cierto y uno insistirá en que sí es cierto y otro que no y uno que sí; (pero ya sintiendo que un poco menos) y el otro que no y uno que sí; (y uno ya empezando a sentir que tiene razón, que ni un poquito) y el otro insiste que no y uno ya lo siente como el mejor amigo...

Esto es tan así; que a mediados del siglo XV una fundación holandesa instauró un premio para cualquiera que logre que una de esas conversaciones dure menos de cuatro horas y es el día y la hora en que nadie lo gana....

Sugerencia de respuesta para evitar el rollo:

"Tu ya no me quieres como antes..."
-"Adivinaste"

"Tu ya no me quieres como antes..."
-"Menos de lo que siempre te quise: imposible"

"Tu ya no me quieres como antes..."
-"¡No es cierto! ¡Siempre te quise poco de manera constante!"

"Tu ya no me quieres como antes..."
-"¿Como antes de quién?"


Los invito a participar con sus sugerencias, son todas bien recibidas.

lunes, 27 de junio de 2011

Pequeña guí­a de autocontrol en el amor 3



Gracias por ser como Eres...

¿Hay que ser dulce en el amor?¿A las mujeres les gustan los tipos dulces? O bien la pregunta es: a las mujeres que a mí­ me gustan, ¿les gustan los tipos dulces? ¿Cuál es el punto intermedio, por Dios? ¿Conviene ser recio? ¿Es cierto que las mujeres estén hartas de los tipos recios?

Las mujeres que a mí­ me gustan no gustan de tipos recios. Por lo tanto, ¿Clint Eastwood saldrí­a con las mujeres que a mí­ me gustan? En caso de que fuera así­, ¿qué deberí­a hacer yo? ¿Le deberí­a decir: ¡Hey Clint te estás metiendo con mi chica!? O tal vez deberí­a sentarme en la mesa de enfrente, dejarlo actuar y fijarme cómo lo hace.
Imaginemos el caso de un tipo de mujer como a mí­ me gusta que no gusta de los hombres recios y no se da cuenta de que Clint no es de los tipos dulces y se mete con él. No sé qué conviene hacer en ese caso. Quizás esperar a que se dé cuenta que está con la persona equivocada o tal vez buscarme otra mujer, ahora del tipo de las que le gustan a Clint y llevarla a comer a los restaurantes donde va Clint con el tipo de chica de las que a mí­ me gustan, para que le den celos, se acerque a hablarle y entonces yo aproveche y me vaya a la mesa en la que están ellos y le diga al tipo de mujer de las que a mí­ me gustan: Oye ¿No te das cuanta que estás con un patán? Tú eres muy dulce y muy linda y él filma pelí­culas horribles y taquilleras y es millonario… no, quiero decir, mí­ralo cómo está besando al tipo de mujer que a él le gustan que es la que vino conmigo. Y bueno, a lo mejor la convenzo y me voy con ella.
Otro punto: eso de ser como uno es, es un consejo muy recurrido pero muy inespecí­fico, especialmente en el caso de los inseguros. ¿A qué se refieren cuando dicen: ser como uno es? O mejor dicho: ¿a quién se refieren? Hay gente que nos demorarí­amos años en encontrar algo así­ como nuestra personalidad, es como pretender sacarle una foto a un espejo cuando no está reflejando nada. ¿Cómo serí­a un espejo si no reflejara nada?¿Cómo se supone que encontremos nuestra propia personalidad?¿Va a gritar nuestro nombre cuando oiga que nos acercamos?¿Y si hay una personalidad que no es la nuestra y grita nuestro nombre? Supongamos que después de mucho despejar llegamos a tres personalidades finalistas, una de esas es. ¿Cómo la reconoceremos?¿Por el color de los ojos?¿La ropa que use?¿La que sienta vergí¼enza de que la identifiquemos? Y además, una vez que eso ocurra, que encontremos nuestra propia personalidad, ¿se supone que la imitemos o que seamos espontáneos y no le hagamos caso?¿Vendrá con alguna especie de manual del usuario (especificaciones técnicas, consejos: no someta su personalidad a…)? Lo que sí­ me temo es que no tengo nada parecido a una garantí­a. Nada de: La compañí­a se compromete durante el transcurso de un año…

Metáfora del correo: Si uno es como es llegarán pocas cartas. Si uno es como no es llegarán muchas cartas pero a direcciones equivocadas.
Ley de Martinelli: Ser como uno es no implica encontrar lo que uno busca.

Corolarios









  • Las cosas que deseamos se sienten poderosamente atraí­das por otras personas que buscan otras cosas.




  • Buscando lo que buscamos encontraremos lo que otros buscan.





Principios de competencia: Hay otros que también buscan lo que nosotros buscamos.






Corolario





Nosotros llegaremos cinco minutos tarde.
De todas maneras debemos admitir que el autocontrol es muy importante, pero no menos lo es relajarse y ser como es (como quiera que esto se entienda). Si estás continuamente tenso tratando de dar una imagen, ella va a sentir que salió a cenar con una agencia de publicidad. Le va a parecer que está enfrente de los comerciales de su programa favorito (ese momento que uno aprovecha para buscar un refresco, ir al baño, o ver qué están pasando en otro canal). Yo tampoco puedo con eso. Constantemente estoy tratando de adivinar qué es lo que a ella le guste, para ser eso y así­ gustarle a ella. Es más, creo que lo que soy hoy en dí­a es la suma de las cosas que le han ido gustando a distintas mujeres que conocí­.

martes, 21 de junio de 2011

Pequeña guí­a de autocontrol en el amor 2



Sí­ndrome de Wall Street



La suma de medidas que tratan de evitar lo peor equivalen a lo peor.









Y si uno se siente abandonado y está poniendo su mejor cara de ópera y ve que el otro también se aleja herido (mientras ensaya unas expresiones que vio en una pelí­cula japonesa) es muy frustrante, porque no hay nada peor que sentirse ví­ctima de alguien que en vez de sentir que fue injusto con nosotros siente que es nuestra ví­ctima. Eso es fatal, terrible (recuerden que para una ví­ctima no hay nada peor que otra ví­ctima), porque una buena ví­ctima necesita un mí­nimo de audiencia, de compasión ajena. Nadie es ví­ctima para sí­ solito. Nadie es ví­ctima sin un miligramo de público aunque más no sea. No sé… un chofer, el panadero, alguien a quien despeinar con un suspiro, alguien a quien brindarle una cara compungida de las buenas. Pero ví­ctima así­ al pedo, para nadie, no, es una locura.



Pero no nos distraigamos, volvamos a la ansiedad en el amor o, caso contrario, en el matrimonio.






En el amor hay que tener la cabeza frí­a (por decir una parte del cuerpo). No tan frí­a que el otro sienta que salió a comer con Walt Disney, pero sí­ un poco frí­a. Pero eso no es fácil. Vamos a un ejemplo. Conocés a alguien y, si más o menos calculas que puede llegar a gustarte, le dice­s: Hola me llamo Alfredo ¿Me darí­as tu teléfono por las dudas? ¿O bien es conveniente esperar el fin de la reunión? Una vez que te dio su teléfono, ¿le hablás enseguida o por lo menos esperás que llegue a su casa?




Yo soy de los del primer grupo, no me aguanto. Mi capacidad de autocontrol es nula, un coche cayéndose a un precipicio tiene más domino de sí­ mismo que yo. Hay gente que tiene una sangre frí­a impresionante, como Clint Eatswood, esperan que pasen un par de dí­as y luego hablan, tranquilos sin andar revelando tanto el juego, en cambio yo juego con las cartas dadas vueltas: el contrario las ve y yo no. De puro ansioso soy capaz de llamarla antes de que ella alcance a salir de la fiesta.



Hay que aprender a no ser tan evidente con las propias intenciones, a saber ocultar un poco nuestros deseos… (claro, siempre tratándonos de acordar de qué es lo que querí­amos hacer con ella). Saber controlarse en el juego amoroso parece que es algo básico.






Yo la única manera que encontré para saber si estoy haciendo las cosas bien o mal es imaginarme a Clint. Pienso qué harí­a él en mi lugar y trato de imitarlo. Con el único inconveniente de que mi guí­a-espiritual-de-comó-hay-que-ser-en-el-amor no es el Clint Eatswood de la realidad sino el que pasa por el filtro de mi cabeza, lo que yo fantaseo. ¿Se dan cuanta de lo ilógico de esa esperanza? Es como aparecer sentado en los comando de Boeing y pensar: Veamos ¿qué harí­a un piloto en mi lugar?
¿Se pueden imaginar qué sale de lo que vi en las pelí­culas, más lo que yo recuerdo que vi, más lo que quisiera hacer (besarla, saltarle encima), más lo que me gustarí­a que ocurra (que ella me bese, que me salte encima), más lo que yo me imagino que harí­a ese personaje imaginario en mi lugar real para lograr que suceda lo que deseo? El resultado se podrí­a describir en algo así­ como: todo lo contrario.



Coeficiente de fuga del objeto deseado



Lo que uno quisiera hacer, sumado a lo que le gustarí­a que pasara dividido por las posibilidades reales de que eso suceda, multiplicado por uno mismo, es un número destinado al fracaso

miércoles, 15 de junio de 2011

Pequeña guí­a de autocontrol en el amor



La necesidad de afecto nos hace sentir como si estuviéramos en un desierto, por eso es que al encontrarla sentimos que llegamos a un verdadero oasis…La pregunta es: ¿Qué hacemos con los camellos?






Si uno es muy ansioso hay que saber controlarse. Si la persona siente que nos abalanzamos sobre ella con una enorme demanda amorosa se va a asustar y se va a mostrar retraí­da porque va a sentir que nos la tragamos, que ella nos ofreció un ratito de su tiempo y nosotros le estamos agarrando el calendario. Eso si uno es muy ansioso, ahora bien, si uno es como yo… es inútil intentar nada, de todas maneras se va a asustar.
Cuando uno es muy absorbente es capaz de perseguirse con cualquier cosa que haga el otro, interpretándola, inmediatamente, como que ya nos está queriendo menos. Bastará con que el otro se quede un ratito callado para que el demandante pregunte:



-¿En qué piensas?
-En nada.
-Anda Dime.
-No, en nada, de verdad.
-¿Por qué no me quieres decir?
-No es que no te quiera decir, no estaba pensando en nada.
-En algo estarí­as pensando ¿o me vas a decir que estabas con la cabeza en blanco?
-No, no estaba pensando nada importante.
-¿Y cómo sabés que no era importante? A lo mejor no era importante para ti pero para mí­ sí­, anda cuèntame…
-Era una taradez, ni me acuerdo.
-¿No te acuerdas de qué era, pero te acuerdas que era una taradez? Eso está medio raro…



Y así­ un millón de veces etcétera, porque, en la pareja el único caso en el que es lindo estar encima del otro es en la cama (e incluso ahí­ no siempre, ¿no?).



Si a los absorbentes no nos dan toda la atenciòn que queremos… nos sentimos abandonados.

A lo mejor la otra, pobre, está con un rollo en la cabeza o cansada o distraí­da y entonces, como no sentimos que está fulgurante por nosotros, nos sentimos abandonados.



¿Y qué hacemos cuando nos sentimos abandonados?

Nos alejamos para castigarla. La otra (el otro, seamos ecuánimes y de paso disipemos un poco) que ni nos abandonó ni se dio cuenta de todas esas extrañas elucubraciones que estuvimos haciendo no sabe, no entiende, por qué nos mostramos más frí­os o ponemos esa cara de ahorcado de ópera.
Si, en el peor de los casos, el otro es parecido a nosotros (muy en el peor de los casos) se sentirá abandonado y nos castigará alejándose y poniendo cara de ahorcado de ópera.

lunes, 18 de abril de 2011

La rutina es Tóxica

“Tu mirada no me gusta”, fue lo primero que me dijo Maleni cuando nos presentaron. Claro, antes soltó lo habitual: “Hola, mucho gusto, soy María Elena pero todos me dicen Maleni”. Como si me interesara. “Esta mirada es desnuda de piedad”, repliqué, y ella sólo hizo una mueca de perplejidad. Yo tomé mi vaso y me encaminé a la terraza. Platiqué con un par de conocidos, estuve coqueteando con una actriz de teatro experimental hasta que llegó su novio. Bailé un par de canciones ochenteras con una amiga de no sé quién.

Estaba pensando en irme cuando llegó la tal Maleni y me dijo “para ser tan antipático, bailas bastante bien”. Sólo me dejo llevar por el ritmo. “A ver si me sacas a bailar aunque sea una vez, ¿no?” y se fue en busca del baño. Ya se le notaba que estaba un poco ebria. Entonces se acercó Gerardo, un viejo conocido, y me dijo lo típico: “Pinche Rober —exacto, Rober, sin la t—, se me hace que ya ligaste. Esa ruca le preguntó a Gaby por ti”. Lo miré como si me hubiera ofrecido una aspiradora en abonos. “No es mi tipo”, argumenté. “No mames, si está bien buena”, aclaró como si yo no me hubiera dado cuenta. Iba a decirle que me chocan las mujeres que se comportan como si estuvieran siempre en sus “días”, pero me reservé el comentario. Cinco minutos más tarde, regresó la insoportable chica y me espetó: “No me gusta tu actitud, pero tienes buen trasero”. No me provocó la mínima emoción. “Es más, te invito un trago, ¿qué estás tomando? Yo pago”, dijo y se sonrió. Típico chiste de fiestas donde sobra el alcohol. Detesto el humor sin chispa. Para no hacer el cuento largo, esa misma noche dormí con ella. Y digo dormí porque no aguantó los tragos, así que se quedó inerte en el sillón de su departamento y sólo alcanzó a quitarme la camisa. A las cuatro de la mañana salí de allí, después de cerrar con llave y aventar el llavero por debajo de la puerta.


Me llamó al otro día, aunque no recuerdo haberle dado mi número de teléfono. “Gracias por cerrar la puerta, pero ni una nota me dejaste”, se quejó. Hablamos unos minutos y me comprometió a salir el fin de semana. Pude rechazarla, pero me gustaron sus besos, aunque no tanto como sus piernas.


Maleni lo consiguió, me arrebató la tranquilidad. “Un día me amarás tanto que no podrás dormir sin pensar en mí”, presagió. No quise desengañarla. No la amé, pero se convirtió en otro de mis vicios, que ya eran bastantes, y no me dejaban dormir más de ocho horas, como se supone que debe ser. Duramos menos de medio año. Y fueron los meses más locos de mi vida. Y mira que he descendido a lugares extraños y he pisado terrenos accidentados. Una madrugada, después de unos tragos en su casa, me dijo que tenía una sorpresa para mí. Se fue a su recámara y me dijo que no me desesperara. Luego salió con un traje de azafata y soltó algo así como “hazme volar de placer”.


La neta, se veía formidable. No me costó mucho enloquecer, aunque me pidió que no la desvistiera. “¡Por favor, señor, por favor, no me arrugue la falda!”, exclamaba cuando no gemía. Las siguientes veces cambió de indumentaria: lo mismo era una colegiala, que una Marylin Monroe con carmín excesivo y hasta una estrella porno con todo y cámara de visión nocturna. Después de eso, me dijo que le daban ganas de subir el video a internet, pero que no lo hacía porque Paris Hilton había abaratado la idea. Lo suyo no era precisamente pensar con claridad, pero era buenísima en la cama. Incluso eso de los disfraces me parecía un lugar común, aunque la finalidad era lo que me mataba: lujuria sin medida. Hasta que empezó a perder el control.


Un día me dijo que debíamos ir a un club swinger para intercambiar parejas. Me negué. Otro día invitó a una amiga para que nos viera. Y opté por irme antes de emborracharme, sobre todo porque la otra chica estaba más buena. No es que sea puritano, ni que algo me asuste demasiado, pero no me gustan las relaciones de más de dos personas. Cuando se dio cuenta de mis límites, se conformó con hacer el amor en los lugares más inusuales: en el baño de un cine, en el palco del estadio, en el elevador de su edificio, en la oficina de su padre, en el Metro de medianoche, en una terraza del Palacio de Bellas Artes, y sobre las vías del tren. “La rutina es tóxica”, comentó el día que estrenó una máscara antigases que consiguió en La Lagunilla, sólo porque vio la película Exterminio.

Pero no fue la monotonía lo que extinguió la pasión. Fueron los celos. De buenas a primeras empezó con sus escenas. “Seguro te acuestas con tu secretaria”, me reclamó después de que me fui a emborrachar con mis amigos. “Tú me engañas con alguien”, acusó tras un fin de semana que tuve que salir de viaje. “Estabas coqueteando con Lucila”, inventó sólo porque su amiga me tocó la rodilla un par de veces, y después añadió: “además, ella es una zorra; no sé por qué le he contado que eres tremendo en la cama”.


Terminamos un jueves, lo recuerdo porque ese día escribí una de mis mejores historias, que se titula “Arquitecto de tus miedos”. Se enojó porque nos encontramos a una ex novia, que me abrazó muy efusivamente. En cuanto llegamos a casa, se puso como loca, lloró y hasta me rompió la camisa. Detesto esas escenitas. Así que la dejé sollozando su borrachera.


Tres días después me mandó una camisa nueva a la oficina, envuelta como regalo de cumpleaños, con una nota de puño y letra en la que me pedía que la perdonara. Se la devolví sin abrir la envoltura. No me arrepiento, pero mis jueves ya no son tan excitantes. De hecho, son como una canción que compuso Sabina para Los Caballeros de la Quema: “Otra tarde como las demás,/ demasiado martes,/ demasiado igual./ Ni te declaro la guerra,/ ni tú me firmas la paz…/ no perfumes tanto la verdad/ que hasta a los muertos/ nos cansa resucitar…/ Otro jueves que regala lástima/ por los rincones/ de esta resaca sin vos”.

Demasiada canción para alguien que disfraza con locura sus noches de pasión.



Manual para Canallas

lunes, 11 de abril de 2011

Un pirómano en busca de hielo


“Tu problema es que eres demasiado franco”, me dijo Karina mientras me tomaba de la mano, “porque la gente no quiere oír verdades, es feliz escuchando mentiras piadosas”. No lo puedo evitar, es mi naturaleza, soy un pésimo promotor de mí mismo, y cosas por el estilo le respondí a la chica. A los 10 minutos de conocerla yo sabía que era más inteligente que el promedio de las mujeres, y mucho más que la mayoría de los hombres. Su observación se debió a que le dije que me había dado gusto conocerla pero que en ese momento no me interesaba ninguna relación afectiva. Estábamos afuera de su casa e incluso me invitó a pasar con el pretexto de “que no te caería mal un cafecito, o un poco de vino tinto”. Rechazar la invitación no fue fácil. Pero yo no estaba allí por mis propias razones. Lo que sucede es que mi hermana es como todas las hermanas: preocupona, protectora y un poco metiche. Así que el sábado me invitó a una reunión en su departamento y me presentó a una compañera del trabajo. “Mira, hermano, ella es Karina y es mi mejor amiga. Además de guapa es excelente persona”. Y tenía razón. A sus 27 años lucía radiante, con una figura que ya quisieran muchas chavitas, y una sonrisa que te provocaba ganas de besarla. “Ahí los dejo para que se conozcan mejor”, mi hermana Nadia le guiñó un ojo a su amiga. “¿Así que eres escritor?”. Casi escupo el trago de ron que acababa de beber. “¡Cómo crees!”, protesté. Ella se puso roja. “Bueno, es que he leído lo que escribes y me encanta”, justificó apresuradamente. “Pero no soy escritor, sólo me gusta escribir lo que pienso y siento”, aclaré, y ella sólo hizo un gesto de ojos extragrandes. “Me agrada que te guste lo que escribo, pero a mi no me va eso de escritor, se me hace demasiado solemne y yo soy un mero aprendiz de charlatán”. Posteriormente charlamos de música, un poco de nuestros respectivos trabajos y también de lo complicado que es encontrar pasión o algo de bondad en los ojos de la gente.

También me enteré de que el día que se iba a casar con el hombre de su vida se presentó la ex esposa en la iglesia y convenció al cura de que aquello era pecado. Pudo haberse comprometido sólo por el civil, pero se sintió humillada con aquel vestido de novia. Así que le pidió a su padre que la llevara a su casa y se encerró por tres días. El novio le lloró, le suplicó el perdón por haberle ocultado que era divorciado y por haberse confiado en que la ex ya lo había olvidado. La mujer había venido desde Querétaro para impedir la boda. Y nadie se explicaba cómo se había enterado. “Nunca intentes entender la maldad”, le comenté. Así que desde entonces prometió no volver a casarse. La historia de Karina estaba salpicada de fracasos amorosos, como suele ser habitual. Otro punto en común conmigo. “Pero no me cierro al amor, aún creo que encontraré a la persona ideal”, me aclaró. En eso no estaremos nunca de acuerdo. A la una de la mañana decidí que ya era hora de irme. Mi hermana me pidió que me quedara un rato, que era muy temprano y que eso apenas se estaba poniendo bueno. Allí había unas 20 personas y algunas bailaban y otras reían y una pareja llevaba como 15 minutos encerrada en el baño. No me convenció. Su amiga sugirió que le diera un aventón, “porque pensaba quedarme, pero ya tengo sueño y no creo este ruidero me dejen dormir”. Acepté de manera educada, aunque yo sabía que me desviarme al menos media hora de camino a mi casa. En el trayecto no dejó de hablar de mí. “Eres tan lindo” o “estoy segura de que cualquier mujer sería feliz a tu lado”. Traté de rebatir su buena impresión sobre mí. Convivir conmigo es tan constructivo como inventar una alarma contra bobos. Soy experto en demoler buenas intenciones. Toda mujer que me ama termina por convencerse de que es más sencillo lograr que un hurón coma con cubiertos. Esas y otras frases utilicé para desanimarla.

Cuando llegamos a su casa, me dio un beso apresurado sobre los labios, tan fugaz como la escena cursi de una película de Jennifer López. Se supone que debí tomarla del brazo, atraerla hacia mí y besarla como lo haría George Clooney en una comedia romántica, pero odio las obviedades. La miré fijamente y le dije que lamentaba haberle hecho perder el tiempo. “¿Por qué dices eso?”, cuestionó. “No soy el hombre que esperas, ni el que te hará volver a confiar en el amor”, solté con frialdad aunque sabía que era un pésimo diálogo. Quizá debí aclarar que soy cínico, arrogante, harto independiente, no creo en el amor a mediano plazo, ya tengo demasiados vicios, y de noche en noche me dejo acorralar por mis propios temores, pero por si no bastara, me encanta vivir solo. “Tú no puedes saber si eres el hombre que espero”, manifestó, “eso lo tengo que averiguar yo, déjame intentarlo”. Negué con la cabeza.

Si alguien lo sabe soy yo. “Llevo años tratando de conocerme, haciendo una biografía de mis defectos”, le advertí. Fue entonces que me invitó a pasar a su casa para seguir averiguando si yo le convenía o no. “No hagas que te ruegue, por favor”, y ese por favor sonó a ruego. “En verdad, muchas gracias, pero no puedo aceptar, no sería justo para ti”, me conozco y sé que terminaría llevándomela a la cama, aunque después me sintiera igual de vacío que un gerente de banco. “Okey, ya no voy a insistir, pero prométeme que me llamarás aunque sea para ir al cine”, ya me había dado su número de celular y evité darle el mío. “Lo único que te puedo prometer es que intentaré llegar a mi casa sin chocar, y ya luego veremos”, sonreí para aligerar el momento. “Tonto, no seas payaso”, me volvió a besar, “bueno, ya me voy. Conste, te lo pierdes porque quieres”, bajó del auto y al alejarse me gustó su manera de caminar, la forma en que los jeans acentuaban sus caderas.

Si no fuera amiga de mi hermana hubiera intentado seducirla. Ya son suficientes los reclamos de una sola mujer para desquiciarte. Y yo no soporto que mis parientes se quieran meter en mi vida. Sin embargo, al otro día me llamó Nadia para preguntarme cómo me había caído su amiga. “Es buena chica, pero no es mi tipo”, dejé en claro. “Ay, hermano, no seas payaso. Deberías salir con ella, es muy linda y muy decente”. No lo dudo. Le agradecí la invitación a su casa, pero le pedí que ya no me presentara amigas. Sé que se preocupa por mí, pero hace mucho que dejamos de ser niños y nos convertimos en desconocidos. A mí me da gusto verla feliz, como a mis otros hermanos, pero no sé si me moldearon con otro barro o si me falta cerebro, pero prefiero provocar mis propios incendios. Un pirómano sólo necesita fuego. Y generalmente actúa sin cómplices. Además, sé que estoy condenado a las mujeres insanas, a las que maldicen todo el tiempo, a las que ven telenovelas, a las que les gusta recitar tu nombre en cada orgasmo, a las que se ponen perfume entre los senos, a esas que gritan su placer casi obsceno, a aquellas que se tatúan el trasero, a las que no les importa si tu corazón late a destiempo. En fin, estoy predestinado a invertir en relaciones tan sólidas como un bloque de hielo.

martes, 5 de abril de 2011

¿Eres Feliz?

En cierta ocasión, durante una reunión con unas amigas, poco después de mi boda, querían saber con cierto morbo:


Cuéntanos, tu esposa te hace feliz!?? Cual no seria su sorpresa al contestarles:

-No, no me hace feliz.


En la sala se hizo un incómodo silencio, no podían dar crédito a lo que les decía. Ante el asombro de todos, me acomodé en el sillón y les dije:


- No, ella no me hace feliz …

- Yo soy feliz…!

El hecho de que yo sea feliz o no, no depende de ella, sino de mí.


- Yo soy la única persona de quien depende mi felicidad. Yo determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida, pues si mi felicidad dependiera de otra persona, de otra cosa o circunstancia sobre la faz de esta tierra, estaría en serios problemas.


- Todo lo que existe en esta vida cambia continuamente: el ser humano, las riquezas, mi cuerpo, el clima, los placeres, etc. Y así podría decir una lista interminable…



A través de toda mi vida, he aprendido algo: Yo decido ser feliz y lo demás son "experiencias o circunstancias", como ayudar, comprender, aceptar, escuchar, consolar... La felicidad siempre se apoyará en el verdadero perdón y en el amor así mismo y a los demás.


- …No es responsabilidad de mi esposa hacerme feliz... Ella también tiene sus “experiencias o circunstancias”, la amo y me ama, muy a pesar de sus circunstancias y de las mías.


- Ella cambia, yo cambio, el entorno cambia, todo cambia; habiendo amor y perdón verdadero, y observando esos cambios, (los cuales tal vez puedan ser fuertes o no, pero existen ), hay que enfrentarlos con el amor que hay en cada uno de nosotros, si los dos nos amamos y nos perdonamos; los cambios serán sólo “experiencias o circunstancias” que nos enriquece y que nos darán fortaleza, de lo contrario, solo habremos sido parejas de “paso”.


Para algunos divorciarse es la única solución; (…en realidad es la más fácil…)



El amar verdaderamente, es difícil, es dar amor y perdonar incondicionalmente, vivir, tomar las “experiencias o circunstancias” como son, enfrentarlas juntos y ser feliz por convencimiento. Hay gente que dice: - No puedo ser feliz porque estoy enfermo, porque no tengo dinero, porque hace mucho calor, porque me insultaron, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien no me valoró! Pero lo que no sabes es que puedes ser feliz aunque estés enfermo, aunque haga calor, tengas o no dinero, aunque alguien te haya insultado, o alguien no te amó o no te haya valorado. Ser feliz es una actitud ante la vida y cada uno decide!...


Ser feliz, depende de ti!

viernes, 1 de abril de 2011

DESEO

Ante la mayor adversidad, ante tu mayor prueba, delante del máximo dolor inimaginable en el vacío más absoluto, siempre nos queda el deseo absoluto. Cuando la pena inunda tu alma, cuando tu fe, se ve quebrada en el abismo más negro. todo puede cambiar por el fuego animal, el deseo intenso. Allí donde el ánimo decae, dónde el consuelo no es posible dónde la oscuridad, llena el sentido de la vida misma, una vez secas las lágrimas, rota toda esperanza un simple gesto tuyo, una incitación al placer puede hacer cambiar toda mi mente. Cuando creemos que nada tiene sentido.... aquí te tiendo mi alma, te alargo mi brazo para en el más mínimo gramo, poder mitigar una milésima de tu dolor, e insuflarte placer para poder combartir tu miedo. Me uno en tu aflicción, a tu angustia. Sin saber como ayudarte sólo darte un abrazo, amarte, desearte tender un puente, para poder cruzar a tu lado a caminos más placenteros, llenos de vida, recuperando el deseo.......

jueves, 10 de marzo de 2011

Coleccionar Amores Fallidos

Mónica es llenita pero tiene buena cadera y senos generosos. Se arregla bien y cuando usa jeans provoca malos pensamientos y piropos al pasar. Usa gafas modernas, copias baratas de las que traen las famosas, y se recoge el pelo con una cinta que varía de color según ande vestida. Es guapa a secas, pero “está bien buena”, dicen sus compañeros de oficina cuando miran su trasero. A sus 32 años ella es demasiado inmadura y hasta algo berrinchuda. Recién separada de un tipo que no quiso casarse con ella ni presentarle a su familia, Mónica se siente liberada, así que todos los días se arregla como si fuera noche de antro y coquetea con los hombres guapos y también con los feos. Ella es secretaria y le encanta que la chuleen, aunque sean los chavos que hacen la limpieza y hasta el señor del estacionamiento. Hace un mes que se acuesta con su jefe y todos lo saben, aunque ella crea que han sido discretos. Según Mónica, nadie se ha dado cuenta, pero sus compañeras no la bajan de “zorra”. De hecho, a Mónica ni le gusta don Hugo, pero “es un caballero y me trata como una reina”, según le cuenta a su amiga Susana, que es su íntima desde que estudiaban juntas. Hugo es más bien feo, incluso un poco barrigón y le lleva unos 15 años, pero “tiene una Explorer muy padre” y siempre le lleva regalitos o la invita a restaurantes caros e incluso le regala ropa interior para que ella luzca mucho más hermosa, cuenta con malicia la muchacha. Todo eso no parecería raro, si no fuera porque Hugo es casado y tiene una hija de 21 años. Pero eso a Mónica no le importa, porque siempre ha andado con sujetos casados, aunque ella se justifica con el argumento de que son los únicos que la buscan. Es más, si un tipo le gusta o le interesa más de la cuenta, ella se da sus mañas para tratar de “divorciarlo”: ya sea dejándole recaditos en la bolsa del saco, manchándole la camisa con carmín, echando cerillitos del hotel en su pantalón y, ya en caso extremo, pedirle a su amiga Susana que le hable a la mujer del susodicho para decirle que “su marido la engaña con una secretaria de la oficina”. Y sí, le ha funcionado un par de veces, porque los tuvo para ella sola un buen rato, sólo que al final sus galanes acabaron reconciliándose con su familia y la dejaron botada. Aunque da el “gatazo”, si miras bien a Mónica te darás cuenta de que es menos de lo que aparenta o algo así como unos jeans piratas de Armani o unas gafas apócrifas de Ray Ban: tiene cintura, pero también un mapamundi de estrías; su sonrisa es agradable, pero le falta un diente del lado derecho; es muy simpática y alegre, pero igualmente chismosa y destructiva; vestida se ve espectacular, pero desnuda sufre con la celulitis. Cuando se mira al espejo, cada mañana, lo hace con indiferencia, como si fuera la villana de una telenovela. Y cuando se pinta la boca, suelta una sonrisa entre cínica y maliciosa. La ternura no tiene espacio en su rostro.
Nada es más patético que una mujer que odia. Y peor si está herida por un desaire, un despecho. Son horribles: se ven feas, hechas jirones, histéricas y encima pensando sólo en vengarse, en destrozar al maldito que tuvo el atrevimiento de “abandonarla” o “cambiarla por otra”. Y lo peor de todo no es que destilen amargura, sino que se ciegan, no saben ver que si aquel estúpido no está con ellas es porque no valía la pena. Por lo general, estas mujeres adoloridas prefieren ahogarse en alcohol, romper las fotografías o tirar a la basura los peluches y regalitos, antes que sentarse a reflexionar que se merecen a un buen hombre y no a un patán que en cualquier rato las bota. Es lo malo de no conectarse con sus demonios y sus ángeles internos, porque prefieren ver telenovelas o leer el TV Notas. Todo esto se lo dije a Mónica el día que la cortó su galán en turno. De eso han pasado un par de meses y ella no puede superarlo, encima de que se ha puesto gorda y se “desquita” acostándose con cualquiera. Es mi amiga y la quiero mucho, pero eso no quita que yo le diga que es una idiota. Y sí, hay hombres malos, buenos y regulares, pero a cada una le toca el que merece, no el que quiere. Igual y es un rollo kármico y siempre le tocan los peorcitos porque está pagando algún daño hecho antes o hasta es herencia de su familia disfuncional. Lo más sencillo es ser básico, simple, porque así fuimos educados, porque tuvimos déficit de afectos, acaso debido a que desde niños fuimos tratados más como una carga que como una bendición. En fin, no me hagan mucho caso, lo que pasa es que el calor siempre me pone de malas, y termino pensando de más, reflexionando sobre la persona que alguna vez fui y que ahora desconozco. Es que conocer tus defectos es igual que tener ratones en la casa: son una molestia, siempre los andas espantando, cuando no te espantan a ti, pero es muy complicado erradicarlos. Y el día que consigues echarlos, te das cuenta de que ahora tienes que lidiar con las cucarachas o con las pulgas. A lo más que podemos aspirar es a dormir tranquilos un día, pero conscientes de que nos esperan noches demasiado calurosas o mil días de ansiedad.

lunes, 28 de febrero de 2011

ELLA

Me despierto con la sensación de volar, de ligereza, de no tener peso, de ir a donde me lleve el viento. El lugar está obscuro y casi no puedo ver nada, pero a pesar de todo, no tengo miedo, simplemente quiero recordar cómo volar para después poder hacerlo cuando quiera.

Es curioso, de pronto entre toda esa obscuridad, alcanzo a ver una luz extraña, como distorsionada, y entonces me doy cuenta de que no estoy volando en el aire, sino flotando en el agua. Conforme se va aclarando todo un poco más, veo nítidamente el paisaje submarino que se presenta ante mis ojos. El mar tiene distintas tonalidades, en algunas partes se ve más obscuro, en otras de un tono verdoso y cerca de la luz de la superficie, color azul turquesa.

No siento ninguna clase de temor a pesar de que no sé nadar, por el contrario, me deslizo fácilmente por el agua como si ésta fuera mi elemento natural. Puedo dar vueltas y maromas con una habilidad extraordinaria, no me estorban los brazos ni las piernas, de hecho no los siento... ¿tengo brazos y piernas? creo que no, pero tampoco me importa, no los necesito. Ahora soy un delfín y el océano es mi hogar.

Me siento tan bien en ese lugar que quisiera llorar de alegría, esto debe ser la felicidad, pienso un momento. Y de pronto como un ángel acuático la veo a ella, a esa mujer enigmática y misteriosa cuya imagen me perseguirá de hoy en adelante, lo sé. Ni siquiera tengo un nombre para esa sirena del cabello de fuego... la llamaré simplemente Ella.

Ella es hermosa, una sirena que vive en el fondo del mar. Su cuerpo es, más que el de una mujer, el de una adolescente; tiene piernas como si fuera humana, de hecho todos sus rasgos son enteramente humanos salvo por el color azul de su piel, un azul muy tenue y un poco brilloso. Pero sin duda lo que más llama la atención de Ella es su cabello muy largo, rizado y de un color rojo cobrizo tan intenso, que rompe de manera imprudente con la gama de azules que conforman el cuadro marino. Su abundante melena se revuelve al rededor de su cabeza dando la impresión de ser los rayos del sol de su rostro. Sus ojos son claros, no puedo distinguir bien si son verdes o azules... creo que son un poco verdes, pero no importa porque su mirada sigue siendo la misma, una mirada dulce y comprensiva, esa clase de mirada que si uno ve en alguien después de un mal día, puede cambiar el estado de ánimo y hacer que uno piense: ¡Dios! después de todo el mundo todavía tiene algunas cosas rescatables.

Ella me mira tan apacible y tranquila, como si ya nos conociéramos. Me sonríe amablemente y puedo ver sus dientes blancos como perlas, dice algo que no entiendo muy bien y me hace señales con la mano para que la siga... y yo obedezco. No tengo ni la más remota idea de a dónde iremos, pero me inspira la confianza suficiente como para nadar hacia donde me lleve.

Después vuelvo a despertar, ya es de día y ha salido el sol. Siento mi peso de nuevo, tengo brazos y piernas, y ya no puedo dar volteretas ni hacer malabarismos como delfín. Es triste, hace rato había despertado en aquel lugar lleno de magia y ahorita estoy en otro muy diferente...¡Ah, qué desilusión! pero... ¿y si yo fuera realmente ese delfín que al dormir tuvo el sueño (o la pesadilla) de ser humano? no lo sé, espero que así sea para despertar otra vez en el océano.

Desde ese día dudo acerca de mi existencia, ya no sé si soy el delfín o soy la persona. Lo único que sí es seguro es que quiero que Ella regrese, que venga por mí, que me pida que la siga otra vez porque iría con ella de aquí hasta el fin del mundo.

martes, 15 de febrero de 2011

Coronas para una reina perversa

¿Cómo se verá una mujer sola, con una cubeta de cervezas en la mesa? Liz se hizo la pregunta en silencio, al darse cuenta que la gente que pasaba frente a ese bar la observaba con extrañeza. Carajo y a mí que chingaos me importa eso, se respondió mientras se acomodaba el fleco. Además, pretextó, no tengo la culpa de que mi pinche galán lleve una hora de retraso. Destapó otra Corona y sonrió con la malicia de las chicas que suelen usar minifalda y escotes reveladores nomás por pura coquetería, aunque en el fondo sean igual de tímidas que una integrante de estudiantina. Cuando dieron las once pidió la segunda cubeta. Desde otra mesa, un tipo alto, delgado, con aquel peinado vintage, a lo James Dean, le lanzó un guiñó entre seductor y atormentado. Ella rehuyó a ese rostro, pero un murciélago aleteó debajo de su ombligo e intuyó que así comenzaba el vuelo del deseo.
El sujeto estaba sentado con dos chavas bonitas, aunque bien fresas, y un par de tipos también atractivos. Los típicos weyes de la Universidad Del Valle que buscan “emociones fuertes” en los barecitos de la Glorieta Insurgentes. El James Dean de mentiritas no dejaba de mirar a Liz, sobre todo sus piernas apenas cubiertas por esa minifalda que le pareció algo exagerada pero que iba perfecta con esa imagen retro de chica de calendario. Ella sintió necesidad de ir al baño, aunque odiaba la suciedad de esos sitios tan públicos. Frente al espejo se retocó los labios, a sabiendas de que las chelas borrarían el carmín. Al regresar a su mesa, el guapo ya la estaba esperando. Liz intentó caminar con naturalidad, aunque sus piernas temblaron un poco. En cuanto se sentó percibió un olor a perfume que le agradó bastante. Buscó en su archivo mental su mejor frase para correrlo y no la encontró. “¿Qué haces aquí?”, reclamó. Él contestó una babosada: “Decidí no hacerte esperar más”. La carcajada de ella fue estridente y quiso decirle que “lo malo no es ser un pendejo, sino presumirlo”, pero se encontró con unos ojos preciosos. “¿No te has aburrido de beber sin mí?”, preguntó el pinche narcisista. “Beber nunca me aburre, estés o no”, replicó Liz con una mirada altiva. Ante eso, aquel vocero de los lugares comunes no supo cómo reaccionar.
“Tienes unas piernotas” dijo aquel sujeto mientras rozaba la rodilla de Liz. “Lo que pasa es que el alcohol y la minifalda son una buena combinación”, argumentó la chica. Luego él preguntó lo de siempre y ella también. Jorge, se llamaba el aún desconocido e invitó el otro cubetazo. Desde su mesa, las amigas observaron a Liz como si fuera una zorra. Ella no las peló. “Tienes una mirada medio perversona”, intentó adularla pero ella ya estaba preguntando por sus amigas. “Ah, una de ellas era mi novia, pero la dejé porque era bien celosa, además de que me puso el cuerno con mi amigo, aunque ellos creen que no lo sé”. Media hora más tarde se besaron y decidieron seguirla en otro lado. Apenas dejaron el bar, buscaron un rincón semioscuro y la furia de la lujuria los envolvió por completo.
Jorge exploró el cuerpo femenino por encima de la ropa. Ella le acarició la nuca y luego lo besó como una mujer vampiro en una película de El Santo. “¿Piensas en ella?”, “¿piensas en si le gustó acostarse con tu mejor amigo?”, “Soy tu venganza, úsame, úsame para olvidarla aunque sea por un rato”, soltó ella como si fuera el uno-dos-tres de un boxeador salvaje. Jorge se excitó aún más. Sólo fueron unos momentos, porque se apartó bruscamente. “¿Por qué me dices todo eso? No ves que todavía la amo... y anda con ese pendejo”. Liz lo miró tan indefenso, tan vulnerable, que por un momento pensó claudicar, pero sus ojos se encendieron con esa malicia que sólo algunas chicas rudas tienen. Entonces pensó que sí él la hubiera abofeteado, como un rebelde hollywoodense, estaría rendida a sus pies. Pero no, lo volvió a mirar y ni siquiera se permitió el lujo de sentir lástima. Sólo dio media vuelta y escuchó un sollozo. Abordó un taxi en la esquina, cruzó las piernas, encendió un cigarrillo y sonrió de la manera más sexy al conductor. Pidió que la llevaran a la Tabacalera, rumbo a casa de su novio, nomás por las ganas de estar con un hombre de verdad, aunque la haya dejado plantada.

viernes, 7 de enero de 2011

Coleccionar estampitas del desencanto

A tu abuela los Reyes Magos nunca le cumplieron sus deseos. Y a tu madre no le trajeron la añorada Comiditas Lily Ledi. Tu padre siempre suspiró por una consola de videojuegos. Y lo que es peor, a tu hermano no le llegará su ipod touch, bajo el argumento de que “sacaste puro siete en la escuela y además ni te portaste bien”

Todos tenemos una historia de decepciones. Cuando eres niño no hay fecha más significativa que el día en que todas tus ilusiones chocan con el desencanto. Cuando estabas muy chavito y aún creías que en realidad existían los Reyes Magos escribías una carta en la que incluías hasta los pretextos: “Sí cierto que peleé mucho con mi hermano, pero es que él es muy peleonero y nunca deja de molestar”, como si eso bastara para que entendieran que debían traerte cada uno de los cinco juguetes que habías puesto en aquella lista.

Cómo olvidar aquella sensación, las ansias para que las horas transcurrieran veloces y no con esa calma que te impedía cerrar los ojos, conciliar el sueño. Y tu jefa diciéndote “ya duérmete porque si no los Reyes te van a ver que estás despierto y no van a venir”. Y cerrabas los ojos y cualquier ruido en el techo te inquietaba, aunque sólo fuera un gato en celo. Hasta que el sueño te vencía.

Y en cuanto despertabas, a las seis de la mañana, volteabas a ver si junto a tus tenis percudidos estaba esa montaña de juguetes que tanto te habían impactado en los comerciales de la tele. Pero no, sólo veías aquel balón con los colores de tu equipo favorito y el aguinaldo con galletas y dulces baratos. ¿Por qué los Reyes Magos eran tan injustos contigo?, te preguntabas. Y esa sensación se acentuaba cuando salías a la calle y el vecino se paseaba presuntuoso en esa bicicleta que a ti te parecía la más hermosa del planeta. Uy, ni soñar con una igualita para ti. Ni siquiera una de medio uso. Eso lo tenías muy claro.

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Y más claro aún te quedó cuando en la escuela te dijeron que “los Reyes Magos son los papás”. Ah, pues con razón no te traían todo lo que pedías, reflexionabas desde tu inocencia. Si para empezar ni siquiera tenías “papás”, sólo una madre que se tronaba los dedos cada cinco de enero y pedía prestado para “los Reyes de mis hijos”. Ahhh, con razón ella siempre te insistía para que te durmieras temprano, porque tenía que sacar los juguetes del ropero y ponerlos bajo los zapatos de esos pequeños demonios que no le daba tregua un sólo día del año. Tu noble madre, tan morena, tan trabajadora y siempre nerviosa porque no alcanzaba para la renta o para la tanda y para el abono de la lavadora y mucho menos para los Reyes Magos de cuatro chamacos latosos que tanto la querían y no sabía ni cómo educarlos.

Ya cuando ella consideró que ya estabas grandecito para “creer en esas cosas”, a tus 13 años, te pidió que la acompañaras por “los Reyes de tus hermanos”. Y la viste regatear por aquella muñeca radiante para Nadia, que era la que había pedido. Y viste a tu madre sonreír ante aquel hornito de juguete para Silvia, a quien desde niña ya le encantaba cocinar. Y caminaron mucho para encontrar el auto a control remoto que ilusionaba a Claudio. Tú imaginabas a esas horas lo felices que serían tus carnalitos, que a esas horas ya dormían soñando con risas y juegos. Luego, tu madre te pidió que fueras por las típicas botas de Tutsi Pop: “Compra tres, de las grandes”. Pinches botas llenas de chiclosos y paletas, cómo te hacían llevaderas las decepciones cuando los Reyes Magos no te cumplían tus deseos.

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Hasta aquella noche fue que tuviste claro por qué Melchor, Gaspar y Baltazar eran tan gachos contigo. Bueno, no es que lo fueran. Es que la neta sí está cabrón comprar juguetes para cuatro chamacos cuando tienes un salario miserable. Y como padre, madre, te duele más a que los niños el no poder recompensarlos por sus calificaciones, por lo buenos hijos que son. Ni aunque te propongas ahorrar todo el año, porque nunca falta el gasto imprevisto o la hermana a la que hay que prestarle para que salga del apuro. Y cuando viste a tu jefa regatear, contar hasta las monedas, entendiste lo grandiosa que era por hacer un esfuerzo para que sus chamacos no fueran tan infelices como ella lo fue en su infancia. Ya ni te importó que a ti no te comprara nada aquel día, porque sospechabas que te había comprado algo aparte. Pero no, al otro día, en uno de tus tenis había un billete. Nada de aguinaldos, ni bota de Tutsi Pop. Sólo un billete que te recordaba que era momento de empezar a madurar, que alguien debía compartir la responsabilidad de guiar a tus hermanos.

Por tanto, aquella mañana fue diferente. La alegría de tus carnalitos te pareció aún más hermosa. Y una lágrima rodó por la mejilla de tu madre. Te hubiera gustado secarle el discreto llanto, darle un abrazo, pero a ti se te hizo un nudo en la garganta, de esos que paralizan, que confunden. Pero esos momentos sirvieron para sepultar en el polvo el álbum del desencanto y olvidarte de cambiar las estampitas repetidas. Además, nunca completaste ningún álbum, ni el de luchas, ni el de Panini y tampoco el de Walt Disney. Mucho menos el del desencanto. Con todo y que los Reyes Magos aún te deben una autopista Scalextric. Pero un día se la van a traer a tus hijos, sólo para verlos festejar cuando tu bólido rojo, el número siete, sea rebasado por su alegría.

miércoles, 5 de enero de 2011

Los reyes que nunca tendré

Camino, de regreso a casa.
El metro completamente lleno.Sonrisas, caras felices y también caras largas...
A la par de mi caminan miles de padres queriendo continuar con la ilusión de sus pequeños.
Yo quisiera continuar alegre, sn embargo, un par de pequeños pidiendo limosna me hace recordar que también estoy como ellos, con caras largas, ellos, que no sabrán qué es un día de reyes...
Tristeza sólo se refleja en sus ojos, la misma tristeza que se ve en los míos...

Esta noche de reyes sólo quiero decirte:

Mi niña desnuda en en los guijarros
El viento en tu cabello soltado
Como una primavera en mi camino
Un diamante caido de un joyero
Sola la luz podría
Deshacer nuestros escondites secretos
Donde mis dedos cogidos en tus puños
Yo te amé, yo te amo y yo te amaré
Poco importa lo que hagas
El amor está en cualquier parte que miras
En los más mínimos rincones del espacio
En el más mínimo sueño en que te detienes
El amor como si lo lluviera
Desnudo en los guijarros

El cielo asegura que te conoce
Es tan lindo, seguro que es la verdad
El que nunca se acerca
Lo ví en atrapado en tus redes

El mundo tiene tantos arrepentimientos
Tantas cosas que se prometen
Una sola para la cual estoy hecho
Yo te amé, yo te amo y yo te amaré
Poco importa lo que hagas
El amor está en cualquier parte que miras
En los más mínimos rincones del espacio
En el más mínimo sueño en que te detienes
El amor como si lo lluviera
Desnudo en los quijarros

Nos echaremos a volar del mismo muelle
Los ojos en los mismos reflejos
Para esta vida y la de después
Serás mi único proyecto

Me iré a poner tus retratos
En todos los techos de todos los palacios
En todas las paredes que encontraré
Y justo abajo, escribiré

Que sola la luz podría...
Y mis dedos cogidos en tus puños
Yo te amé, yo te amo y yo te amaré ...

Los reyes que nunca tendré

Camino, de regreso a casa.
El metro completamente lleno.Sonrisas, caras felices y también caras largas...
A la par de mi caminan miles de padres queriendo continuar con la ilusión de sus pequeños.
Yo quisiera continuar alegre, sn embargo, un par de pequeños pidiendo limosna me hace recordar que también estoy como ellos, con caras largas, ellos, que no sabrán qué es un día de reyes...
Tristeza sólo se refleja en sus ojos, la misma tristeza que se ve en los míos...

Esta noche e reyes sólo quiero decirte:

Mi niña desnuda en en los guijarros
El viento en tu cabello soltado
Como una primavera en mi camino
Un diamante caido de un joyero
Sola la luz podría
Deshacer nuestros escondites secretos
Donde mis dedos cogidos en tus puños
Yo te amé, yo te amo y yo te amaré
Poco importa lo que hagas
El amor está en cualquier parte que miras
En los más mínimos rincones del espacio
En el más mínimo sueño en que te detienes
El amor como si lo lluviera
Desnudo en los guijarros

El cielo asegura que te conoce
Es tan lindo, seguro que es la verdad
El que nunca se acerca
Lo ví en atrapado en tus redes

El mundo tiene tantos arrepentimientos
Tantas cosas que se prometen
Una sola para la cual estoy hecho
Yo te amé, yo te amo y yo te amaré
Poco importa lo que hagas
El amor está en cualquier parte que miras
En los más mínimos rincones del espacio
En el más mínimo sueño en que te detienes
El amor como si lo lluviera
Desnudo en los quijarros

Nos echaremos a volar del mismo muelle
Los ojos en los mismos reflejos
Para esta vida y la de después
Serás mi único proyecto

Me iré a poner tus retratos
En todos los techos de todos los palacios
En todas las paredes que encontraré
Y justo abajo, escribiré

Que sola la luz podría...
Y mis dedos cogidos en tus puños
Yo te amé, yo te amo y yo te amaré ...

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