martes, 21 de junio de 2011

Pequeña guí­a de autocontrol en el amor 2



Sí­ndrome de Wall Street



La suma de medidas que tratan de evitar lo peor equivalen a lo peor.









Y si uno se siente abandonado y está poniendo su mejor cara de ópera y ve que el otro también se aleja herido (mientras ensaya unas expresiones que vio en una pelí­cula japonesa) es muy frustrante, porque no hay nada peor que sentirse ví­ctima de alguien que en vez de sentir que fue injusto con nosotros siente que es nuestra ví­ctima. Eso es fatal, terrible (recuerden que para una ví­ctima no hay nada peor que otra ví­ctima), porque una buena ví­ctima necesita un mí­nimo de audiencia, de compasión ajena. Nadie es ví­ctima para sí­ solito. Nadie es ví­ctima sin un miligramo de público aunque más no sea. No sé… un chofer, el panadero, alguien a quien despeinar con un suspiro, alguien a quien brindarle una cara compungida de las buenas. Pero ví­ctima así­ al pedo, para nadie, no, es una locura.



Pero no nos distraigamos, volvamos a la ansiedad en el amor o, caso contrario, en el matrimonio.






En el amor hay que tener la cabeza frí­a (por decir una parte del cuerpo). No tan frí­a que el otro sienta que salió a comer con Walt Disney, pero sí­ un poco frí­a. Pero eso no es fácil. Vamos a un ejemplo. Conocés a alguien y, si más o menos calculas que puede llegar a gustarte, le dice­s: Hola me llamo Alfredo ¿Me darí­as tu teléfono por las dudas? ¿O bien es conveniente esperar el fin de la reunión? Una vez que te dio su teléfono, ¿le hablás enseguida o por lo menos esperás que llegue a su casa?




Yo soy de los del primer grupo, no me aguanto. Mi capacidad de autocontrol es nula, un coche cayéndose a un precipicio tiene más domino de sí­ mismo que yo. Hay gente que tiene una sangre frí­a impresionante, como Clint Eatswood, esperan que pasen un par de dí­as y luego hablan, tranquilos sin andar revelando tanto el juego, en cambio yo juego con las cartas dadas vueltas: el contrario las ve y yo no. De puro ansioso soy capaz de llamarla antes de que ella alcance a salir de la fiesta.



Hay que aprender a no ser tan evidente con las propias intenciones, a saber ocultar un poco nuestros deseos… (claro, siempre tratándonos de acordar de qué es lo que querí­amos hacer con ella). Saber controlarse en el juego amoroso parece que es algo básico.






Yo la única manera que encontré para saber si estoy haciendo las cosas bien o mal es imaginarme a Clint. Pienso qué harí­a él en mi lugar y trato de imitarlo. Con el único inconveniente de que mi guí­a-espiritual-de-comó-hay-que-ser-en-el-amor no es el Clint Eatswood de la realidad sino el que pasa por el filtro de mi cabeza, lo que yo fantaseo. ¿Se dan cuanta de lo ilógico de esa esperanza? Es como aparecer sentado en los comando de Boeing y pensar: Veamos ¿qué harí­a un piloto en mi lugar?
¿Se pueden imaginar qué sale de lo que vi en las pelí­culas, más lo que yo recuerdo que vi, más lo que quisiera hacer (besarla, saltarle encima), más lo que me gustarí­a que ocurra (que ella me bese, que me salte encima), más lo que yo me imagino que harí­a ese personaje imaginario en mi lugar real para lograr que suceda lo que deseo? El resultado se podrí­a describir en algo así­ como: todo lo contrario.



Coeficiente de fuga del objeto deseado



Lo que uno quisiera hacer, sumado a lo que le gustarí­a que pasara dividido por las posibilidades reales de que eso suceda, multiplicado por uno mismo, es un número destinado al fracaso

1 comentario:

  1. Es lógico y natural ser arrebatado y hasta con un descontrol total cuando te gusta alguien, yo también soy asi.

    Sin embargo yo no me ando preguntando si esta bien o esta mal, lo hago y punto, si sale como yo esperaba entonces salio bien, si no, ni hablar, asumo las consecuencias.

    Asi me ha funcionado, con las mujeres y con otro tipo de cosas... a veces el ser atrabancado no es lo mas sano o recomendable.. pero es... ser auténtico me parece.

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