Se llama Marytere. Es preferible recordarla por su nombre. Él la piensa y la dibuja con palabras. Luego nada. Salvo muchas horas frente al infierno de esa página antes blanca.
La ciudad es casi silenciosa en esa zona; si acaso algún automóvil que pasa de vez en cuando y, en esa época del año, el acompasado sonido de los sapos. Llueve, pero tampoco mucho. El mundo se obstina por ser común y corriente. No pasa nada. En medio de toda esa quietud el hombre parece ser el único que se mueve. Aunque nada nos permite asegurarlo.
Con poco que nos asomemos nos será posible ver la insignificante cuerda con la que ese hombre se sostiene arriba del abismo. Luego, ya con la mañana encima, quizás nos fuera fácil mirarlo apagar la luz-innecesaria a causa del sol colándose en la recámara- y recostarse a dormir. ¿Qué espera? ¿Qué busca?
Imaginarlo así sería factible si no tuviera un fuerte grado de falsedad. La vida de los hombres, a pesar de repetirse, no puede generalizarse. Es necesario llegar más adentro, seguir los pasos, palpar el peso del cuerpo mientras camina y sentir que un día se acumula junto muchos otros más.
La importancia de los gestos-de la repetición- radica en que develan la realidad y la vida interior. La vida cotidiana es la gran materia de los mentirosos, de los novelistas.
Intentémoslo así, entonces. El hombre - Alfredo - está sentado escribiendo. Es noche. Se oyen pocos ruidos. Piensa en Marytere y se recuerda tocándola, sintiendo su cuerpo con el suyo. Todo el placer, todo el dolor también. Pero no es real, es memoria y Alfredo no soporta la punzada de este recuerdo. Entonces la escribe. No le queda más remedio. La inventa teniéndola, se transforma siendo poseído. Sus dedos avanzan por la teclas como antes lo hicieronpor el cuerpo; se detiene cuando se ve a sí mismo tocando el ombligo de Marytere y luego metiendo su lengua ahí. Sintiendo su cuerpo, como antes sus ojos mirándola: era una mirada pero anticipaba todo. Incluso eso último que empezó cuando se puso a desabotonarle la blusa dejándola desnuda. ¿Pero no estaba más desnuda debajo de la tela, con sus pechos duros transparentándose?
La desnudez total no siempre es misteriosa. Marytere se siente indefensa y Alfredo lo supo, por so cuando se acercó ella lo atrajo hacia sí, como si la cercanía pudiera borrar el miedo. ¿De qué?
Alfredo escribe ahora, años después en medio del silencio de la noche y arriba del abismo.
En ese entonces no contestó. Era suficiente con sentir el miedo y con rechazarlo aceptando la cercanía de Marytere... (continuará mañana)
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